Nueva ilusión
No podía concebir lo que acababa de suceder, era imposible de creer para mí.
Aturdimiento era la palabra más indicada para lo que sentía, incluso sin considerar el hecho de que estar aturdida era quedarse corta.
Después de tanto correr me vi en la desesperación de ocultarme para que no me encontrara y se largara lo más pronto posible, cosa que fue más rápido de lo que pude haber querido.
Había perdido todo sentido de cordura en mi ser, incluso me gustó percatarme de que no sabía donde estaba. Hubo un momento en el que dejé de llorar y no me había dado cuenta. Ahora sólo caminaba porque deseaba que se fuera aquella horrible imagen de Taylor en mi cabeza… felizmente casado con su estúpida noviecita.
-¡Maldito!- grité a todo pulmón.-¡Malditos!-.
Cuando menos me di cuenta, estaba parada en un estrecho sendero y me sentí incomoda al sentir las primeras gotas que indicaban que habría una tormenta imparable, sin mencionar que ya había una dentro de mi corazón.
Gruñí.
-¡Te odio! ¡Te desprecio tanto, Taylor!
Seguí caminando hasta encontrarme con la autopista otra vez; me dolían los pies y estaba toda mojada ya, lo único que quería era desaparecer de la faz de la tierra.
Me vi de pequeña mirando a ese idiota con amor esperanzada y llena de ilusiones porque lo único que siempre quise era que me quisiera como yo lo quería a él.
Grité de nuevo como nunca había hecho.
La lluvia que aun me empapaba ceso por un rato.
Lo que sentía era tan extraño y profundo que ni porque quería lo podía comprender. Supuse que era un sentimiento vacío.
Parecía que la noche era eterna, incluso nunca divisé la luna o alguna estrella durante mi recorrido a la nada.
Me pesaban los recuerdos que conservaba latentes.
No podía quitármelo de la cabeza, no podía negarme el hecho de que aun sentía mucho por él, pero lo peor es que no quise reconocer que una parte de mí conservaba viva aquella estúpida esperanza que no logró aplastar del todo.
¡Que ingenua era!
Aquello desato más mi tan desgastado llanto.
Seguramente ya habían pasado horas o quizá sólo unos cuantos segundos.
No me molestaba no tener el control de lo que sucedía a mi alrededor, cosa que era muy poco común en mí.
Mi pobre vestido se encontraba hecho toda una maraña algo seca, me había quitado los zapatos y podía sentir el maquillaje que estaba disperso por doquier en mi cara.
Ahora que me encontraba de alguna manera mejor, pude ver la luna, una luna llena hacia respaldo a un enorme árbol.
Decidí sentarme en sus raíces, quizá el ver autos transitando a medianoche me tranquilizaría.
Volvía a darme cuenta de lo ingenua que era; la brisa, la luna, la soledad y la oscuridad que reinaban en la noche me hicieron volver a llorar.
Ahora dejaba que mi llanto se acompañara de mi voz ¿Qué más daba? Abracé mis rodillas y acosté mi cabeza en mis piernas.
Ahora sólo había silencio, y sabía que me veía completamente iluminada por la luna que resplandecía perfecta arriba de mi árbol.
Entonces ahí pasé lo que creí que fue una eternidad entera.
Me carcomía viva con mi llanto. Me consumía conforme pasaban los segundos, que en soledad triunfaban para hacerme sufrir más.
No me quería concebir en depresión, pero entonces eso me haría mucho menos realista.
-¿Estás seguro de que sea la dirección correcta?-.
Di un respingo al escucharlo, me tomó de sorpresa el darme cuenta de que era una voz masculina que venía acercándose a donde yo me encontraba.
Era una voz que no reconocía, y estaba segura de que si la conociera lo haría.
Levanté la cabeza lentamente y vi a lo lejos una silueta que parecía perdida.
La figura se fue tornando en un hombre que caminaba con paso dubitativo cerca de mi refugio.
Deseché la idea de que él estuviera buscándome a mí, cuando-para mi sorpresa- su mirada se detuvo en el bulto que seguramente mi cuerpo aun formaba.
Sabía que me había escuchado llorar, era muy obvio porque había hablado justo después de que di el último suspiro; simplemente tenía que cerciorase de que… ¿fuera la dirección correcta?
Aun no lo veía bien, pero pude comprobar que estaba sumamente sorprendido.
Nuestras miradas compenetraron la una a la otra y no me pude zafar hasta que su celular sonó ruidosamente.
Su mirada no se me hacia familiar. Esos ojos café oscuro tan profundos eran hermosos, nunca había visto una mirada así. Jamás había profundizado tanto en una mirada; era como si ahora tuviese más tiempo para categorizar cada mínimo detalle que sucedía a mi alrededor.
Podía oír su respiración agitada ahora que me había visto con claridad.
Sabía que desperté su curiosidad porque en el acto se acerco a donde yo estaba.
Cada vez se acercaba más aquella respiración ruidosa; entonces volvió a sonar su celular estrepitosamente. Me asusté un poco porque el silencio invadía el lugar y un sonido así, era totalmente estruendoso.
Eso me incomodó; entonces cerré mis ojos poco a poco y me voltee, acostando mi cabeza otra vez en mis piernas.
No contestó y creí que el ruido había cesado instantáneamente.
No quería voltear, pero ya estaba a un metro de mí.
Escuchaba sus pasos, uno a uno con claridad; quizás temblaba por el frío, o sólo era que mis odios zumbaban por el miedo que eso me provocaba.
No le tenía miedo al hombre que se acercaba peligrosamente; le tenía miedo a la indiferencia o extrema curiosidad que podía tener él al ver como estaba.
De repente sentí su mano en mi espalda doblada, me asustó pero no voltee para verlo a la cara.
Él suspiró.
-¿Estás bien? ¿Por qué lloras?-preguntó amablemente.
Me resigné y no me quedó más remedio que girar para que quedáramos de frente.
Se había sentado a mi lado, sin que le tocara compartir algo de mi árbol.
Ese hombre con aquellos ojos inigualables era muy alto y con tez complejamente morena; su cabello era negro, rizado y muy fino, tenía aspecto algo desordenado a pesar de que estaba atascado de unos chinos perfectos.
Era muy fornido, incluso podía verlo a pesar de que traía una sudadera que lo haría pasar como un flacucho, pero ese no era el caso.
Parpadee al no comprender por qué no podía dejar de verlo a los ojos.
-Ehh…- sacudí mi cabeza para hacerme entrar en razón y la verdad no tenía idea que decir.-no, yo, yo estoy perfectamente bien.
Quería sonar indiferente pero era muy obvio que no me podía hacer la fuerte estando tan débil por dentro.
Empezó a reírse secamente.
-Discúlpame, pero no creo que te encuentres bien-razonó.
Suspiré y me paré-cosa que aun no quería pero tenía que hacer- y me encaré para levantar algo mi pobre orgullo.
-¿Y a ti que más te da?-pregunté lo más amablemente posible, cosa que me fue un poco difícil considerando que no quería hablar con nadie.
-Puedes confiar en mí-musitó despacio.
Agaché la cabeza y traté de aclarar mis pensamientos.
-Y dime... ¿tu quién eres y por qué crees que estoy llorando?
Él sonrió y vi como se animaba a hablarme “correctamente”.
-Hola, yo soy Jacob y no se por qué pensé que a lo mejor estabas llorando-corrigió.
Suspiré y no me quedó más remedio que confesar.
-Ok, Jacob; déjame decirte que tenías razón, estaba llorando. ¿Contento?-pregunté con agresividad.
Se vio plenamente conforme por haberle dado la razón.
Aproveché y me voltee para darle la espalda a ese chico y así pude evitar su mirada.
De la nada, me tomó la mano tiernamente y trató de secarme una lágrima que se encontraba solitario por mi cuello con su otra mano, a espaldas.
Aunque quería evitarlo ya había volteado a verlo con severidad.
Él se había quitado la sudadera y me la estaba colocando en la espalda.
No me había dado cuenta de que me encontraba temblando.
No entendía lo que estaba pasando. Aun estaba completamente confundida, si no es que más de lo que ya estaba.
-No tienes por qué tenerme miedo-dijo tiernamente mientras me subía el mentón con la misma mano.
No pude evitar el haberme dejado caer en sus brazos.
Él me abrazó con fuerza, como si supiera que lo único que yo necesitaba era que alguien me sostuviera en este momento.
Hundí mi cara en su pecho y no paré de llorar.
Además no supe cómo, pero me perdí en lo que creí fueron horas en lo brazos de aquel extraño chico.
Ahora me sentía protegida, pero me sentía extraña por no tener idea de qué era exactamente lo que estaba ocurriendo.
Levanté mi cara y volví a perderme en aquellos ojos hermosos, cómodos y profundos que me proporcionaron toda la tranquilidad que necesitaba.
Antes de notarlo ya tenía mis brazos alrededor de sus costados también.
Sabía que no era racional, pero ahora lo único que quería hacer, era seguir viéndolo por el resto de la noche.
-Gracias- le dije a los ojos.
-No te preocupes; acabas de hacer mi vida interesante-.
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