domingo, 21 de noviembre de 2010

Suddenly Imprinted on you

Algo inesperado 2
-¡Taylor!- grité realmente entusiasmada ante su aparición en mi fiesta.
Casi por instinto me lancé a sus brazos como una niña chiquita.
-¡Me alegra que hayas venido!- musité entre pequeños brinquitos.
Empezó a reír alegremente y yo me uní.
-No sabes cuanto te extrañé- me dijo con una gran sonrisa.
-No más de lo que yo te extrañé a ti- .
*****
No habíamos dejado de hablar durante mucho tiempo.
Habíamos estado caminando por todo el lugar.
Rara vez más de dos se percataban de que no dejaba de hablar con él en casi toda la velada. Pobres invitados; nunca dejé de prestarles atención pero era muy obvio que no estaría disponible para otra persona ahora en la noche. Después de recorrer todo lo que pudimos, salimos un rato para hablar mejor. Maldición. Era el momento en el que de verdad teníamos que hablar.
-Liz, yo necesito aclarar las cosas contigo.- me dijo tomándome de las manos.
Suspiré. Su tono era bastante indiferente ahora, a comparación de toda la noche.
-Te escucho-
Ahora él suspiró.
-Mira, hace tiempo pensé en hablarte para que de una vez por todas supieras que…
Lo vi a los ojos; no quería seguir hablando porque se veía que me rompería el corazón, la verdad yo tampoco estaba segura de querer seguir escuchando pero esperé pacientemente.
-Me voy a casar con ella- soltó tan rápido y claro como pudo.
Abrí los ojos y lo volteé a ver como si me hubiera tirado un balde de agua helada en medio del Polo Norte.
No quiso arreglar lo nuestro, nunca estuvo en sus planes. Ahora lo veía claramente, ahora sentía como me desmoronaba completamente.
-¿Te das cuenta de lo que estás diciendo?- grité apunto de desmayarme.
Me sostuve en su brazo con la única intención de no caer precipitadamente al suelo.
Él se asustó, pero no dejó que me cayera por lo que creí que era pura cortesía.
Me deje caer completamente en sus brazos en símbolo de rendición.
Sentía que ya no me encontraba en mi cuerpo, era como si mi cabeza y mi corazón estuvieran en algún lugar que desconocía completamente; ahora estaba visualizando toda una vida mirando aquel hombre como mi máximo sueño, todos mis suspiros, mis dedicaciones en secreto, mis indirectas que yo sabía que leía pero nunca aceptaba...
De repente sentí su dedo en mi mejilla y eso me volvió a mi horrible presente. Es que ahora él le pertenecía a otra, y no a cualquier otra, sino a la maldita de su novia posesiva, celosa, agresiva y estúpida. Él no se merecía lo que tenía de novia.
Lo mire como nunca lo había visto en mi vida, vi que en sus ojos había dolor, pena y quizá, mucha compasión.
Llegué a pensar que él estaría viendo en los míos más de un millón de emociones encontradas a la vez.
Me volvió a secar otra lágrima cuando empecé a comprender que tal vez sería la última vez que estaríamos así de cerca.
Me aferré a su chamarra y lo mire a los ojos completamente abatida.
- Es que, no entiendes, Taylor…-baje la mirada vergonzosamente-yo…
Interrumpió mi rápida y desesperada confesión con un abrazo efusivo con el que concluyo con un “a veces es mejor no decir las cosas”.
Aun seguía extremadamente aturdida pero mantuve mis manos como una barrera para que me soltara rápidamente y me dejara terminar aunque no quisiera.
-Por favor, no compliques más las cosas.
-¡Perdóname, pero él único que está complicando las cosas eres tú!- rompí en llanto para mi desgracia.
-¡Yo nunca te obligue a que me amaras!- gritó sosteniéndome la mano para que no me alejara tanto y lo pudiera escuchar.
Me detuve y lo vi con lágrimas que nublaban un poco mi vista.
-Sabes que yo nunca te lo pedí-.
Levantó una mano y me acarició de forma consoladora.
Arg… ¿Cómo se atrevía?
-Te equivocas, tú siempre me diste esperanzas y nunca detuviste lo que sentía por ti- le grité en la cara. Me solté de su mano y salí corriendo con todo lo que podía mi ser.
Trató de perseguirme pero lo evité y varios minutos después de correr a todo lo que daba, lo perdí. Volteé para ver si aun seguía por ahí pero ya no estaba.
No sabía que hacer. Mi mundo se había hecho pedazos y luego esos pedazos los había quemado en cenizas sólo para causarme más dolor.
-¡Liz!- escuché gritar.
Era él, aun seguía por aquí.
-¡Vete al infierno!-.

No hay comentarios:

Publicar un comentario